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Sola. Tú sola, María.
Ya no hay nadie más... No hay nadie.
El camino de la cruz,
por si no fuera bastante
culmina con tu hijo en brazos...
en tus brazos... un cadáver.
¿Qué Dios puede querer esto?
¿Por qué un martirio tan grande?
A quien le diste la vida
¡sangre de tu propia sangre!
hoy se muere en tu regazo
sin saber qué nombre darle.
Muere Dios por las Angustias
construyendo una pirámide
pues del manto a la corona
es triangular esta imagen
que refleja como pocas
el dolor de este romance.
Muere Dios en las Angustias
y ojalá la brisa amaine
que a la hora nona en punto
sólo había temporales.
Sóla. Tú sola, María
en el final de este viaje,
ante la muerte de Cristo
ya clavado sin su clámide
a menos que Dios disponga
punto y seguido a mi frase.
Que por mucho que me expliquen
los caminos de Dios Padre...
que aunque quieran razonar
el odio de esos salvajes...
¡Quién puede ver a la Virgen!
Seguir confiando en los planes
de ese Dios que ha permitido
que siete cuchillos sangren
traspasando el corazón
de una forma miserable.
Estás sola, María... Tú...
ni Dios mismo te complace.
Dime... Qué fe es la que tienes.
Qué creencias ejemplares.
Cómo puedes ya creer,
teniendo a tu Hijo delante
muerto... muerto y condenado
de una forma inevitable.
¿No es Dios mismo quien podía
abrir en canal los mares?
¿Acaso Dios no sanó?
¿No frenó aquella barbarie
que quería lapidar
a quien antes era amante...?
¿Acaso Dios no podía
con una legión de ángeles
desclavarse de esa cruz
perdonando en ese instante
y evitándote el dolor
aguándote así los cálices?
¿Acaso Dios no tenía poder
sobre los lugares
conminándole a los vientos,
implorando tempestades,
caminando por las aguas,
derrocando voluntades?
Sola... Tú sola, María.
y tu vida es una cárcel
derrumbándose en la noche
como un castillo de naipes.
Por eso cada domingo voy silente a visitarte.
Porque te veo tan sola...
Por evitarte ese trance
de velar sola en el luto
de una muerte tan cobarde.
Sólo por eso, Señora,
el domingo por la tarde
sea cual sea mi rumbo
aunque sea un sólo instante
estreno Semana Santa
contemplando tu semblante.
Que por mucho que me expliquen
que la fe es inmutable,
necesito poder verlo justo abajo de mi calle...
cuando veo en las Angustias las Angustias de una Madre.
José Vegazo Mures (2016)