Pregón (haz clic para leerlo entero)

05.04.2024

Esconde le verso la prueba

en la décima trenzada,

en la rima descarnada,

en mi alma que se eleva...

Enreda el aire la nueva

brisa del mar, y el suspiro

que nace cuando la miro

a solas en su capilla.

Que eres del barco, la quilla...

Que eres del sol, su retiro...


Rosa por la que deliro,

la más hermosa azucena,

la primera nazarena...

-guerra por la que conspiro...-

Costosa como el zafiro,

nadie supo dibujarte,

nadie siquiera soñarte

sin soñar que te besaba,

que por siempre te entregaba 

los silencios que contarte.


Así es como tienes parte

de las sombras de mis días,

de los miedos que porfías

a quien viene aquí a rezarte.

Quizá por eso, es amarte

y sellar esta alianza

lo que quiere sin tardanza

este pueblo de Jerez...

El que una y otra vez

buscará... a su Esperanza.


Y es despacio como avanza,

y se fragua a fuego lento

el más puro sentimiento

de pasión y de añoranza...

¡El que inclina la balanza

contra penas y duquelas!

Como cuentan las abuelas...

"Dios a su madre entregó 

El día que al fin llegó...


La Esperanza a La Plazuela".


...


¿No te acuerdas de mí, Madre?

Fue aquí mismo en Villamarta.


Una noche de verano...

Las estrellas enceladas

por ser Tú la que más brilla

entre torres y campanas.


Una noche de verano

que secaba mi garganta

presa del nervio y del miedo

entre versos y plegarias.


¿No te acuerdas de mí, Madre?

¿De verdad que no, mi amada?


¿De verdad que no recuerdas

a De Mora y a Cañadas

pregonando con pasión

tu grandeza inmaculada?


Pues fueron casi tres horas

de piropos y alabanzas...

De saetas, bulerías,

de décimas engarzadas,

de sonetos, de romances,

de una Plazuela entregada

que llenó hasta la bandera ese patio de butacas.


Se acordaron de los vivos

y los muertos, y de tantas

actuaciones milagrosas

desde el filo de estas tablas,

que no tendría sentido

siquiera aquí enumerarlas.


¿De verdad que no te acuerdas

que nos dejamos el alma?


¿O acaso soy sólo yo

navegante entre dos aguas

el que pasó inadvertido

al calor de tu mirada?


No me digas, Madre, no...

que yo no te dije nada.

No te atrevas a olvidar,

-hiel profundamente amarga-

que no eran dos, sino tres

los que tu gloria cantaban.


Sólo sale de mi boca,

simplemente una palabra

y a ti, Andrés, te la digo... 

gracias, solamente, gracias...


Gracias por dejarme ser 

la proa de tu fragata

que quisimos encallar 

en el mar de su templanza.


Gracias, gracias, gracias siempre 

por darme sin pedir nada.

Por dar la oportunidad

por completo inesperada

de que un hombre sin recursos

ni experiencia contrastada

decidiera con vosotros

resolver la encrucijada.


Aunque aquí he de confesar,

y lo digo con nostalgia,

que fue un sabor agridulce,

una sensación extraña

la que tuve al escribir

la parte que me tocaba.


Yo quería ser la voz

que a golpe de yunque y fragua,

escondido entre las sombras

de tus calles, de tus plazas,

convirtiera la Plazuela,

en una perfecta nana

que durmiera a la más bella

Esperanza de mi casa.


Más todo me supo a poco,

rosa de sutil fragancia.

Iba contando las letras,

iba juntando palabras...

Y todo esfuerzo era inútil

para glosar tu elegancia,

tus perfiles y tu empaque

con la luz de la mañana.


Sí... Yo quería decirte

tantas cosas susurradas...


Tantos versos, tantos besos

derribando las murallas

que un negro luto de ruán

separa en la Madrugada

en que te siento y no tengo

el timón de nuestra barca.


Una barca a la deriva

si no fuera por el ancla

que ancla nuestros sentimientos

acercando las distancias.


Y ese puntal eres Tú...

¡Esperanza, mi Esperanza!


Es hora de devolverte

sin excusas ni coartadas

todo lo que no te dije

en el pregón que anunciaba

que una corona de amores

en tus sienes se derrama.


Te coronaron por Reina

siempre bienaventurada.

¡Bendita Madre de Dios!

Sublime joya de nácar.


Te coronó esta ciudad,

casi siempre maltratada.

Te coronaron los pobres,

la gente necesitada

y también los más pudientes

acudiendo a tu llamada.

Te coronaron tus hijos,

y no hay excusas que valgan,

por el color de tus ojos,

por tus labios de grana,

por ese perfil de luna

dibujado en la ventana

que calienta mis otoños

resecando sus escarchas.


Te coronaron por siempre,

paseando sus medallas,

embobados en tu palio,

agarrados a sus varas,

orgullosos de una Madre

a la que no piden nada...


¡Sólo están para decirle...

que es la más guapa de España!


¿No te acuerdas de mí, Madre?

Si este amor... nunca se acaba.


(Suena el Ave María de William Gómez,

interpretado por D. Ángel Hortas)


Permíteme que te rece,

una vez más, a tus plantas

este avemaría que ahora

suena, como antes sonara...


Esperanza, seas bendita.

Bendita sea tu estampa,

y benditos sean por siempre

- mediadora de la gracia-

esos hijos que hoy te rezan

oraciones musitadas.


Bendita Madre de Dios...

La razón de mi confianza...

La que perfuma mis lutos...

La que sosiega mis ansias...

Ruega por nosotros Madre...

Nunca nos vuelvas la espalda...


Sigue llevando el timón

como siempre, Capitana,

de una ciudad que por ti

se despierta y se engalana.


Cuna del Verbo Divino

donde Dios buscó posada

para llenar de Humildad

y Sentencia su batalla.


Ruega por nosotros, Madre.

¡Por la gente jerezana!

Intercede por nosotros,

asombrosa filigrana.

Ascua de luz que consigue

ser incandescente llama.


Sólo con verte pasar

las lágrimas se me escapan.


Y por mucho que corteje

a la que hoy es Esperanza,

a la que llaman por fin

de la Yedra coronada.


Y por mucho que pretenda

robarle un beso a esta dama...


Yo sólo acierto a decirle...

Cuánto te quiero...


¡Esperanza!

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